Nuestra alumna Ana Cisnal García, de 2ºB de Primaria, explica hoy en el periódico El País como "El coronavirus impactó duro en su familia"
Nuestra alumna Ana Cisnal García, de 2ºB de Primaria, explica hoy en el periódico El País como "El coronavirus impactó duro en su familia". En el siguiente enlace podéis ver la entrevista completa así como el vídeo que le hicieron.
Enlace al reportaje completo de El PAÍS con vídeos entrevistas incluido.
Entrevista a Ana Cisnal
El verano de Ana, que a principios de noviembre cumplió siete años, se resume en dos palabras: “Muy bien”. “He estado con los primos en Grijota y en Algeciras”, cuenta la pequeña, que vive en Palencia con su madre, Beatriz; su hermano Ramón y su abuela, que se llama igual que ella. “La quiero mucho”, dice con timidez y la voz cargada de ternura.
Las vacaciones fueron un respiro para la pequeña. Un contraste con el duro arranque de la pandemia. A la supresión de actividades por la cuarentena —realiza ballet, música y va a inglés extraescolar— se sumó que tanto ella como su hermano, de cinco años, se infectaron. “Por el coronavirus, tenía manchas en la piel y solo quería ir a la cama a dormir”, recuerda. “Tenía miedo de ir al hospital y que me ingresaran”. La pandemia es una amenaza severa para los mayores que también ataca a niños y jóvenes; uno de cada cien casos de covid se da en menores, según la Asociación Española de Pediatría.
La infección se extendió por la familia de Ana: afectó a sus tías, a su madre y a su abuela, de 70 años, que estuvo “bastante malita”. “Pasó un mes en el hospital y no había mucho contacto. No podíamos. La echaba mucho de menos”, recuerda la niña. Fueron días de estrés, tristeza y preocupación. Al recordarlos, Ana entorna la mirada y con sus manos juguetea con el jersey que lleva puesto: “Tenía miedo de que la abuela no volviese a casa y que, si mamá se iba al trabajo [ejerce de enfermera], iba a tener que hacer yo la comida”.
En su familia encontraron un mecanismo para apaciguar los temores que provocaba la ausencia de su abuela. Ana y Ramón tienen una habitación de juegos con un gran ventanal. Viven en un sexto piso y desde ese mirador alcanzan a ver el hospital donde su abuela pasó “el bicho”. “Es ahí”, señala la niña un edificio a lo lejos: “Miraba por la ventana. Todo el rato. Y me acordaba de ella”.
Fue un mes largo. Pero una mañana, recibió una genial noticia: su abuela mejoraba y estaba a punto de regresar a casa. “Cuando volvió, le hicimos una fiesta sorpresa, con globos y luz de discoteca”, recuerda con emoción y alzando un poco la voz. Por eso, a Ana le gusta acordarse de esos días: “Con el coronavirus hemos estado malos y me preocupé mucho. Pero eso se me pasó cuando la abuela dejó de estar en el hospital. Así que recuerdo eso”.
Entre los cambios que ha traído la nueva normalidad destaca uno: en su clase hay cuatro magos. “Se encargan de que cumplamos las normas”, explica: “Uno te ayuda a hacer los deberes; otro vigila que en el patio se mantenga la distancia; otro, que nos echemos gel, y otro apunta en la pizarra si alguien se porta mal. Cada viernes cambiamos de magos. El próximo me puede tocar a mí”.